Tiembla
la tierra
y los paraguas dinamitan la tarde
allá arriba.
No hay florista de rambla
o de puerto que no entable
un incierto diálogo
con sí mismo .
Está también el que dibuja
a una ninfa sentada.
Ella se sube las medias, se acurruca,
él apura el paso,
camina a toda velocidad por el cabello
lacio ,
lo engrasa a grafito
como si el agua fuera a resbalar
sin dejar sombras.
Caen las estatuas, se desnudan,
y nadie paga por la verdad,
solo un niño con la mirada,
mientras se deja arrastrar
por la bien ganada histeria
maternal de un cielo a rayas
Sensación que trae el humo
de las baldosas
y unas moscas en el recuerdo.
Pero él ya sabe que solo
es un atentado de gotas
que ya se fue.
No corran,
por favor,
llueve,
pero pasa.
la tierra
y los paraguas dinamitan la tarde
allá arriba.
No hay florista de rambla
o de puerto que no entable
un incierto diálogo
con sí mismo .
Está también el que dibuja
a una ninfa sentada.
Ella se sube las medias, se acurruca,
él apura el paso,
camina a toda velocidad por el cabello
lacio ,
lo engrasa a grafito
como si el agua fuera a resbalar
sin dejar sombras.
Caen las estatuas, se desnudan,
y nadie paga por la verdad,
solo un niño con la mirada,
mientras se deja arrastrar
por la bien ganada histeria
maternal de un cielo a rayas
Sensación que trae el humo
de las baldosas
y unas moscas en el recuerdo.
Pero él ya sabe que solo
es un atentado de gotas
que ya se fue.
No corran,
por favor,
llueve,
pero pasa.
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