Minutos más, minutos menos
la hora de llegar es siempre la misma.
Entra el auto,
el sol metido entre las hojas de hiedra
pegadas a la pared del costado
le hace fruncir el ceño cuando por la casa,
el profundo olor a
café
desparrama abulias traicioneras .
Preparé la mesa,
hoy no tendí la cama
y me puse un collar porque
me gusta enredarlo entre los dedos,
mientras hablamos sobre el pasto crecido del fondo.
El amor son esos cuatro pasos antes de la puerta,
amurallados
por la firme idea de destino.
Hay días que lo extraño todo,
que me enjaulo sola,
me siento en una rama esperando que el sol ,
entre las hojas de hiedra,
juegue a esos milagros con la sombra,
que dibuje un ceño , un rostro, aún una coraza
y unos pasos que marquen la hora de llegar a tiempo,
del amor en casa,
de la puerta,
del ventanal,
del cuarto del fondo con las cosas que amé.
Y creo que puedo quedarme
parecida a la que era cuando el aroma del café
se escapaba junto al tiempo.
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