Me entrego y me declaro
inocente de todos los barcos,
los síndromes,
las playas de Ulises.
Nací extranjera,
vendí mi cuna en un mercadillo de pulgas
a un extranjero
la mañana en que sellé las hojas de un árbol,
la orilla ajena de todas las cosas.
Pasé los controles
y arranqué las páginas
como si fuera el cuaderno
de un escritor meticuloso,
me borré entera
todas las historias.
Forastera de una casa que,
por si acaso,
nunca fue,
ni será mía,
que se busca a sí misma en el mapa del agua,
como yo,
porque soy extranjera de todas las lenguas,
incluso de la materna.
Aun así, rompo las reglas del canto
y no me silencio,
yo no maté a Ulises.
inocente de todos los barcos,
los síndromes,
las playas de Ulises.
Nací extranjera,
vendí mi cuna en un mercadillo de pulgas
a un extranjero
la mañana en que sellé las hojas de un árbol,
la orilla ajena de todas las cosas.
Pasé los controles
y arranqué las páginas
como si fuera el cuaderno
de un escritor meticuloso,
me borré entera
todas las historias.
Forastera de una casa que,
por si acaso,
nunca fue,
ni será mía,
que se busca a sí misma en el mapa del agua,
como yo,
porque soy extranjera de todas las lenguas,
incluso de la materna.
Aun así, rompo las reglas del canto
y no me silencio,
yo no maté a Ulises.
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