sábado, 19 de noviembre de 2011

De cómo lloran las margaritas.

Menos mal que quedan las margaritas
para echarse, una, a la sombra
cansada de tanto, tanto, tanto y tanto.
Chiquita, fetal, desnuda,
inundada de buenas tristezas
esas que te sacan de vivir el espanto,
el gato por liebre
y ni hablar del llanto
olvidado ya,
porque se empieza a no llorar
cuando es tanto, tanto, tanto y tanto
a secarse, una,
de casi todo,
por dentro, por fuera y por los cuatro costados.
Menos mal que quedan las margaritas
y algunas gotas de rocío que caen
y ruedan pieles.

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