Cuando descubrí el sutil momento
en que las emociones pueden tomar caminos opuestos
elegí la sonrisa como medida de espera,
como si la sonrisa fuera
ese banco en el que uno se sienta
antes de seguir por el mapa de los estados.
Que se miren mis manos
entre ellas
antes de tocarte y dejarte desamparado
de una caricia justa o de una mirada bella.
Que te esperen desnudas mis manos,
que sólo preparen los minutos de nuestra mesa,
destapen el vino
y aprenda mi voz a mirarte despacio.
Que el camino se muestre
y nos exija, a esta altura,
los mejores pasos.
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