Alguna de las mujeres de mi tribu
tenía que romper el mandato familiar.
Es ancestral la dependencia o el sometimiento
pero alguna tenía que revelarse y caminar sola.
No atrás del hombre indiferente,
ni de la mano de las humillaciones o el maltrato.
Podemos mirarnos juntas hacia adentro
y ninguna es más feliz que otra,
solo hay una que es libre
y libre no siempre es igual a ser feliz.
Todas, a veces, tenemos los ojos tristes
porque al final somos
como una especie organismo unicelular
en lo que respecta a la esencia de ser mujer.
Muchas seguirán naciendo en la familia,
quién sabe ya con qué rumbo
y algunas muriendo de la manera elegida
porque a pesar de los mandatos,
cada una, al fin y al cabo, elige y se arriesga
al amor, al desamor o la soledad;
así entre todas somos una:
la mujer de la tribu.

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