Me gusta cuando la casa huele a torta
y se aclara la tarde como un delantal
de lino con puntillas.
Me dibujo señoras gordas
en los ojos,
cucharitas de té
y rubor en las
mejillas.
Saboreo un orden que no es mío,
que entró como pájaro errado
confundiendo la aurora por ventana,
que se hace el
enjaulado,
y simula chocar con los límites de las cosas.
Rincón, paraíso clandestino,
de todo aquel
que es dueño del azul indefinido;
quedar preso de unas manos,
de un pequeño continente
que te besa la memoria de útero y la frente.
A veces soy esa, que se queda
sin vuelos mortales por las sombras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario