Villa Victoria Ocampo |
A veces nos salpica solo el ruido de las gotas.
Yo tengo puesta la chaqueta de charol negra, brillante.Tus ojos y los mios siempre fueron una especie de blues.
Nuestras miradas no son suaves
pero nos tocamos suavemente antes de tocarnos
y no hay diferencia entre el antes y el después,
siempre es suavemente.
No quiero decir cursilerías sobre la piel
así que voy a recordar cuando a los pocos días de tocarnos
me dijiste: Quiero hasta tu sangre…
Y yo jamás ahorré un centímetro cúbico para el después,
quizá porque, aún sin darme cuenta,
siempre supe en las células
que el después nuestro es siempre nosotros mismos.
A veces no estamos junto al mar
por eso nos salpica solo el ruido en la cabeza.
Y cuando no podemos estar frente al mar,
porque sería rojo de rojo sangre,
toda esa que tanto amamos
y que dejamos correr de nuestras heridas,
estamos juntos, mal o bien, en tu cabeza y en la mía
y una vez cicatrizados volvemos a mirarnos
y vos me decís:
Amor, sos mi drama y mi alegría…
y yo te digo cosas parecidas.
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