Por qué
es una buena respuesta a la humillación.
El otro queda preso en esa mirada
que le pregunta por qué.
Baja los ojos, los hombros.
Ya no puede huir de sí mismo,
y aún sin responderse,
se escucha , se ve, se siente actuar.
Un por qué
limpio
de cualquier otra explicación
instala un corto silencio huracanado
y luego llueve.
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