El mundo le sigue pareciendo una porquería
pero se lo ajusta bastante, al menos trata.
Devoto a su falta de voluntad la cuida como a un niño;
como a ese niño pequeño
que le dibuja el humo de algún cigarrillo en la mirada.
Juega a que trasciende sus manzanas
pero solo juega porque piensa que las manzanas
están para morderlas
y una buena parte de las cosas para ignorarlas,
sobre todo las que se muestran como buenas partes.
Su mundo no está al revés ,
solo le ocurre que ve,
por eso prefiere las noches
que es cuando menos conversaciones estúpidas hay.
Le cobra peaje a las palabras
pero a veces dice y recibe más de lo que no se dice.
Me cuesta pensar que haya aprendido cosas de mí
porque durante muchos años fuimos dos niños,
más allá de lo del parto y el alumbramiento,
cuando yo jugaba a que trascendía mis manzanas.
Pero me dí cuenta que me observa y, aunque vive yéndose,
se queda y se acomoda cuando juego a la mamá.
Un día me recordará quién sabe cómo,
casi como yo recuerdo a otros
jugar a que vivían y trascendían.
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