Por momentos me descubro incapaz de reaccionar frente a los cambios acertada o erróneamente o incluso de palparlos.
Tantas veces no me doy cuenta a tiempo cuando es necesario girar, retroceder o avanzar.
Poca atención, mala percepción o vaya a saber qué anestesia hace que permanezca cierto tiempo inmóvil frente al caos.
Hasta que una brisa o expiración pasajera no prevista me hace volar.
Hay cosas que no recuerdo pero cuando era niña sabía ver y moverme antes que la brisa me rozara.
Sabía, en el fondo, que un frasco lleno de bichos de luz sólo sirven para imaginar la luz...
COSAS QUE YO SABÍA
Perfectamente sabía
cómo eran los pozos
que las ranas hacen en la tierra
y cómo después de la tormenta
deambulaban por el comedor.
Sabía de la piel del renacuajo
y de la textura del barro
en el fondo del charco.
Sabía del olor de los bichos de luz
porque les había tocado la luz
para meterlos en el frasco velador.
Entendía que la tierra debajo de la palmera
era liviana porque se mezclaba
con el excremento de las aves
y que la lluvia siempre deja
algún pájaro muerto
por eso los buscaba para enterrarlos
con cruces de dos palitos.
Calculaba que para determinadas estructuras
dos sábanas podían ser las paredes de una casa.
Sabía de cambios, texturas,
sonidos, construcciones...
pero no sabía cómo, poco a poco,
el tiempo desorienta los sentidos.
Desvía la atención y las miradas
de tales metamorfosis.
Eso sí yo lo ignoraba...