Que no sea de esas tormentas que inquietan,
que no cierre de golpe la ventana,
que gotee lento como cuando
sangra el buen amor las heridas que a los siete días
pierden las cascaritas entre las sábanas.
Que piense en el punto de vista de unos pájaros
dibujados en la pared,
que le pidan alojamiento a la memoria
y vuelen lento, profundo,
hasta que me duela la cabeza de tanto buscar las llaves.
Sé que finalmente tomaré un rumbo parecido:
dormir con la puerta abierta,
aunque me queme toda de amor o de olvido.
Que me salven las gotas, quizá,
el alivio de una
lluvia pequeña.
Claudia Brancati
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