Aprendí a no desacreditar a nadie cuando me di cuenta de que las palabras sólo están para decir y que no tienen mucho que ver con el ser.
Con el ser tiene que ver la actitud, la forma de moverse.
La gente es lo que hace, pero se cree lo que dice.
Y uno no es quién para no dar crédito a las palabras, pero sí tenemos todo el derecho de observar al otro y actuar de acuerdo con lo que vemos.
Por eso, hoy por hoy, les creo a todos porque las palabras, al fin y al cabo, cumplen perfectamente con su función que es el decir.
Yo lleno esto de palabras, digo, pero soy lo que hago todos los días con el que tengo al lado y conmigo misma.
En ocasiones coinciden ambas cosas.
Decime que sos
Mickey Mouse que yo te creo, lo que tal vez no haga es ir a
Disneylandia a visitarte.
PREFACIONo estabas.
Nunca como hoy,
tan lejos, tan difuso.
Sin ser,
sin nombre
ni piel.
Y se notaba.
Por un momento
ejercité nuestras miradas.
Sólo imaginé.
El sol me recibió
simulando
el festival
de tus últimas palabras
y yo te escuchaba
sin preguntarte
el para qué
de esos besos
que se dicen.
Y vos seguías
con la velocidad
de lo absurdo
alejándote,
creyéndome presente
y contenida
con un simple cruce aéreo
y de palabras.
No te confundas.
No es falta de presencia
de pasión o de miradas,
es tu manera
equivocada de pensarme
recostada en tus palabras
y esperando
quién sabe qué milagro
nos funda de otra forma
cuando estoy viéndote ir
de varios modos.
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