Alumna de la dictadura, hija de los muros
y con el precio que tiene irse tarde de “casa”,
de la casa que me construyeron adentro.
Hablo de sistemas, no de padres,
de buscar lo que no aprendí en la escuela,
lo que me ocultaron.
Ellos también,
hijos de las guerras y el exilio, inmigrantes,
desempolvaron el pensamiento crítico en la mesada
entre la harina, golpeando la bronca y la masa.
Poco decían, nada.
Otro país, otro combate, un poco más liviano tal vez,
para el que se calla.
“Vos sí que no pasaste hambre”.
Eran como juglares, de boca en boca,
nos enseñaron a llorar a mares en silencio,
una tierra extraña;
y frente al hambre casi todos cambian,
muchos la voz, la palabra y la patria.
Solo los domingos,
con la salsa a punto y el vino en las jarras,
solo ese momento anárquico en el que nadie manda,
hacemos con nosotros lo que podemos,
para derrumbar la casa.
y con el precio que tiene irse tarde de “casa”,
de la casa que me construyeron adentro.
Hablo de sistemas, no de padres,
de buscar lo que no aprendí en la escuela,
lo que me ocultaron.
Ellos también,
hijos de las guerras y el exilio, inmigrantes,
desempolvaron el pensamiento crítico en la mesada
entre la harina, golpeando la bronca y la masa.
Poco decían, nada.
Otro país, otro combate, un poco más liviano tal vez,
para el que se calla.
“Vos sí que no pasaste hambre”.
Eran como juglares, de boca en boca,
nos enseñaron a llorar a mares en silencio,
una tierra extraña;
y frente al hambre casi todos cambian,
muchos la voz, la palabra y la patria.
Solo los domingos,
con la salsa a punto y el vino en las jarras,
solo ese momento anárquico en el que nadie manda,
hacemos con nosotros lo que podemos,
para derrumbar la casa.
Claudia Brancati
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