Puedo pensar lo que quiero, que un poema es un ser vivo y
que puede ser unicelular o pluricelular. Puedo inventar. Es como estar sola, en
pijama, despeinada y con un pote de medio kilo de helado de sabayón, pararme
frente al espejo y rozar una de las formas de libertad. Puedo ensayar mi vida y
la de la poesía.
Esto es una introducción a modo de aviso, de que todo lo que
pueda analizar, de aquí en más, es puro verso, puro verso mío.
A veces comparo los versos de un poema con el funcionamiento
de las células, entonces leo la obra y busco un verso para aislarlo, para
sacarlo de contexto y que tenga vida propia, que cumpla con todas las funciones
del poema completo. Si lo encuentro pienso que es un buen poema y si no lo
encuentro, también pienso que es un buen poema, porque está el conjunto de
todos modos y porque para mí ningún poema es malo, sea de quién sea, todos son
sublimes desde su origen. Puede pasar
que algunos me aburran o que mi ansiedad no me permita sentirlos, entonces
quizás lo abandone, lo lea hasta la mitad, lo deje para después o para nunca,
pero jamás pienso que es un mal poema. A veces el poema vuelve y las cosas son
diferentes.
Cuando encuentro en un poema varios versos con vida propia y
que, a pesar del conjunto cada verso, es un poema en sí mismo, pienso que es magnífico.
Puede también que en un poema no haya ningún verso para
aislar y que pueda vivirlo y no me aburra, entonces pienso que es un poema
unicelular y me zambullo en él, recorro cada verso- parte, observando la manera
en que se funden para cumplir con su rol de mantener vivo al poema. Trabajan
incansablemente, como si no supieran que los poemas no mueren y en ese punto de
eternidad está la diferencia con los otros seres vivos y con el poeta mismo.
Pero a mi igual me gusta pensar que son como las células y compararlos con
ellas.
Leí un poco sobre la biografía del escritor Leopoldo Lugones
y con eso me bastó para pensar que no es santo de mi devoción, como político y
como persona, creo que no sería su amiga. Pero algo de su obra nos une: un
cuento que escribió logró mi atención y
mi emoción, “Yzur”, y este poema de amor que me pareció más vital
que cualquiera. No pude aislar ningún verso porque me fue enroscando la trama y
no fue necesario para tenerle cierto afecto.
HISTORIA DE MI MUERTE
Soñé la muerte y era
muy sencillo:
una hebra de seda me
envolvía,
y a cada beso tuyo,
con una vuelta menos
me ceñía.
Y cada beso tuyo era
un día;
y el tiempo que
mediaba entre dos besos
una noche. La muerte
es muy sencilla.
Y poco a poco fue desenvolviéndose
la hebra fatal. Ya no
la retenía
sino por solo un cabo
entre los dedos…
cuando de pronto te
pusiste fría,
y ya no me besaste…
y solté el cabo, y se
me fue la vida.
(Leopoldo Lugones, El libro fiel, 1912)
Yo lo pude ver soltando el cabo, su mano, la hebra, su traje
y hasta creo que fue por la mañana.
Los poemas caen en el momento preciso para que el poeta o el
lector corroboren lo que intuyen sobre ellos. Mientras escribía esto se desplomaron
dos poemas, uno de Silvina Ocampo que se titula “Al rencor”. Es de esos textos que suelo abandonar por su estructura,
por puro prejuicio, pero aprendí que hay que seguir leyendo porque uno nunca
sabe si en los últimos dos versos va a quedarse con la boca abierta. También bajó
este poema de Alejandra Pizarnik, pluricelular a mi juicio, que no es mucho tal
vez, pero me alcanza para decir que es magnífico.
CAMINOS
EN EL ESPEJO
I
Y sobre todo mirar con inocencia. Como si no pasara nada, lo cual es cierto.
II
Pero a ti quiero mirarte hasta que tu rostro se aleje de mi miedo como un
pájaro del borde filoso de la noche.
III
Como una niña de tiza rosada en un muro muy viejo súbitamente borrada por la
lluvia.
IV
Como cuando se abre una flor y revela el corazón que no tiene.
V
Todos los gestos de mi cuerpo y de mi voz para hacer de mí la ofrenda, el ramo
que abandona el viento en el umbral.
VI
Cubre la memoria de tu cara con la máscara de la que serás y asusta a la niña
que fuiste.
VII
La noche de los dos se dispersó con la niebla. Es la estación de los
alimentos fríos.
VIII
Y la sed, mi memoria es de la sed, yo abajo, en el fondo, en el pozo, yo bebía,
recuerdo.
IX
Caer como un animal herido en el lugar que iba a ser de revelaciones.
X
Como quien no quiere la cosa. Ninguna cosa. Boca cosida. Párpados cosidos. Me
olvidé. Adentro el viento. Todo cerrado y el viento adentro.
XI
Al negro sol del silencio las palabras se doraban.
XII
Pero el silencio es cierto. Por eso escribo. Estoy sola y escribo. No, no estoy
sola. Hay alguien aquí que tiembla.
XIII
Aun si digo sol y luna y estrella me refiero a cosas que me suceden. ¿Y qué
deseaba yo?
Deseaba un silencio perfecto.
Por eso hablo.
XIV
La noche tiene la forma de un grito de lobo.
XV
Delicia de perderse en la imagen presentida. Yo me levanté de mi cadáver, yo
fui en busca de quien soy. Peregrina de mí, he ido hacia la que duerme en un
país al viento.
XVI
Mi caída sin fin a mi caída sin fin en donde nadie me aguardó pues al mirar
quién me aguardaba no vi otra cosa que a mí misma.
XVII
Algo caía en el silencio. Mi última palabra fue yo pero me refería al alba
luminosa.
XVIII
Flores amarillas constelan un círculo de tierra azul. El agua tiembla llena de
viento.
XIX
Deslumbramiento del día, pájaros amarillos en la mañana. Una mano desata
tinieblas, una mano arrastra la cabellera de una ahogada que no cesa de pasar
por el espejo. Volver a la memoria del cuerpo, he de volver a mis huesos en
duelo, he de comprender lo que dice mi voz.
(Alejandra Pizarnik, Extracción de la piedra de la locura,
1968)
Sé que es el poema que necesitaba, independencia de versos y a su
vez conciencia del todo. Lo encontré en una antología temática: amor, política,
trabajo, exilios, recorridos, etc. Este está junto a otros poemas en el
grupo que el autor llama “Poéticas”. Lo
leí cuatro veces y me pregunté por qué está ahí y no en otro lado. Me miré con
inocencia y me pregunté frente al espejo si realmente había entendido el tema,
como si no pasara nada, lo cual es cierto, ya que me queda medio pote de helado
de sabayón y se me dio por peinarme.
Claudia Brancati