Yo jugué a las escondidas
con sombras oscuras.
Creí en el paraíso
afortunadamente perdido
que me ayudó a surgir
del pasado
y que hoy recorre,
atado al hilo de una
comenta,
el cielo de las cosas ofrendadas
y lloradas,
tan lloradas
como para lavar a la peor de las
bestias,
diluirla, secarla al sol de los
buenos milagros.
Ya no están tantas cosas que
hacían de mí
un dibujo de otros, un retrato
absurdo,
una visión lejana,
difusa en los cristales.
Hoy, si se trata de abrir ventanas,
no hay temor que se oponga
a que pueda estar parada
frente a la luz,
a elegir alguna ruta
de amores claros
para volver a mí
y a verme en los espejos
de una historia propia,
libre de paraísos perdibles,
limpia de sombras.