RITUALES
Te abrí la puerta
y tendí la mesa
con el mejor vino
acompañé la escena.
Pregunté quién eras
e iluminé con velas
ese inmortal silencio.
Encontré mis ojos
en aquel espacio.
Perfumé mi piel
con tu caricia etérea.
Me abrazó tu sangre
sin dejar rincones
para alguna ausencia.
Y, con infinita calma,
soledad, recorrí tus venas.
Me despojé de miedos,
entonces el tiempo
extendió sus manos
ofreciendo el alba,
y sin buscar presencias
me dormí desnuda
como a quien la vida
no le debe nada.
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