No me duelen las ideas
los discursos, las posturas
No me importan las banderas
de los territorios devorados,
(de la conciencia hablo).
Me punzan las maneras
en que la locura se adhiere al disimulo,
cuando la ausencia comienza a remontar fantasmas.
Me duele lo sutil del desamparo.
Entonces ocurre que miro al cielo
y las cometas son
eso.
Mejor miro para abajo,
(pienso),
por los rincones, doy vueltas por el parque,
y no lo encuentro.
Los ojos se transforman un tren que no se detiene,
sin descanso ni estación.
Ya no viajan, solo buscan,
como si la solución fuera estar atento
hasta el infinito.