Al cortar
me quedé sentada en el sillón
con los pies recogidos.
Por primera vez
una tristeza serena
me acercaba algo nuevo,
la aceptación.
Entonces conocí a mi espíritu,
ese que siempre luchaba
por arrancar de cuajo los muros de palabras.
Cercano ya a la muerte,
me dejo vacía
como un mayo sin sol a la arena.
Algo caminó en mi
parecido al silencio
y en un bosque helado
dibujó unas huellas extrañas
tan quietas como yo.
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